26 de diciembre de 2008

EL VALOR PEDAGÓGICO DE LAS MINIFICCIONES

por Sandro Centurión


Para aquellos que hacemos docencia literaria nuestro objetivo mayor es que los alumnos puedan disfrutar de la lectura de textos literarios de cierta complejidad y extensión. Sin embargo es una meta que pocas veces vemos concretarse sobre todo por el fantasma de la comprensión lectora que recorre toda la escolaridad del sistema educativo en la Argentina y en toda Latinoamérica, y que se vislumbra con mayor fuerza en el ingreso a la universidad. Son numerosos los estudios que dan cifras y porcentajes escalofriantes acerca de la falta de capacidad interpretativa de los alumnos y la escasez de razonamientos válidos que partan de una relación amena e inteligente con el texto.

Las causas, como en todo problema son múltiples y complejas, y pueden variar entre la falta de acceso a materiales de lectura, el poco o nulo entrenamiento, la influencia de los medios de comunicación, la falta de capacitación de los docentes en el tema, la falta de proyectos institucionales de lectura, etc. Me interesa más allá de analizar las causas ofrecer al colega, maestro o profesor de lengua y literatura apenas una idea para hacer frente al problema.

El trabajo con las minificciones no es abarcativa ni descarta otros proyectos paralelos que podría realizarse sobre la misma problemática sin embargo requiere de una mirada diferente e innovadora acerca de lo que es leer literatura.

Si nuestro objetivo como educadores es que los alumnos que asisten a la escuela secundaria sean capaces de leer una novela y disfrutar de ella debemos tener en cuenta en primera instancia que muchos de ellos no cuentan con estrategias de pensamiento lo suficientemente sólidas como para entender un texto de como mínimo 30000 palabras. Sobre todo debemos tener en cuenta, que en muchos casos, el hábito de la lectura extensa no está desarrollado y probablemente no se desarrolle en este momento de la vida escolar.

Se presenta entonces el cuento como una alternativa válida para ser trabajada en el transcurso de la escolaridad. Y efectivamente lo es, pues el cuento es quizás uno de los textos de mayor complejidad en cuanto a su producción y el efecto que espera suscitar en el lector y no siempre lo logra. Para leer un cuento se debe contar con una actitud y una predisposición diferente a la que podría requerirse para leer un texto de no ficción; lo mismo ocurre con la poesía. Los textos literarios día a día van perdiendo espacios en la escuela ante la invasión, necesaria o no, de textos de los medios de comunicación.

La diferencia fundamental entre estos últimos y los textos literarios radica en que no presentan una gran complejidad en su estructura ni en su contenido por los que puedan convertirse en un desafío intelectual para los lectores. Es más, la razón de ser de los textos que circulan en los medios de comunicación es que puedan ser entendidos por cualquiera con el menor esfuerzo posible. Basar la enseñanza sobre esta cimiente sería simplificar demasiado la cuestión y privar a los jóvenes de oportunidades que les obliguen a poner en juego procesos de pensamiento más elevados.

Las minificciones

Ahora bien, propongo una vuelta de tuerca más, propongo la lectura de textos que están en el límite entre la poesía y el cuento, y que además son tan breves que no requieren el tedioso fotocopiado pues pueden copiarse en la pizarra e incluso ser memorizados. Textos que a pesar de su brevedad ofrecen un grado mayor de complejidad tanto en la producción como en la interpretación, que un cuento largo e incluso una novela. Textos que resultan atrayentes y cautivan al lector en un desafío intelectual pocas veces logrado. Me refiero a las minificciones. Llamaré minificciones a un corpus de textos muy breves también llamados por diferentes autores como microrelatos, microcuentos, minicuentos, cuentos ultracortos, textículos, cuentos instantáneos, cuentos relámpagos, cuentos hiperbreves, etc.

Características de las minificciones:

* Extrema brevedad.

* Uso especial del lenguaje y el sentido.

* Necesidad de un lector activo que complete el significado.

Pueden citarse otras características sin embargo me parece que para el enfoque didáctico metodológico bastan con éstas tres.En cuanto a la extrema brevedad, es un ejemplo significativo la minificción de Augusto Monterroso "El dinosaurio".

Cuando despertó, el dinosaurio aun estaba allí.

De algo estoy seguro, si como docentes de literatura copiamos esta línea y les decimos a nuestros alumnos que en esa línea está escrito un cuento, por lo menos, llamaremos su atención y su curiosidad, dos requisitos imprescindibles para iniciar cualquier proceso de enseñanza aprendizaje.O que tal este otro de Gabriel Jiménez Emán:

El hombre invisible

Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.

La segunda característica que me interesa demostrar es el uso especial del lenguaje y el sentido. La polisemia y la prosa cuidada hasta de una manera obsesiva marcan presencia en un texto ultracondensado. Las minificciones no son para nada el resultado de un escritor inexperto o el fruto de un rapto de inspiración, detrás de unas pocas líneas hay un trabajo de búsqueda y selección de palabras que otorguen un nuevo sentido a la frase, un trabajo de resignificación del lenguaje y por ende una mirada diferente de la realidad. De allí, que su lectura y posterior análisis deberá rescatar esto como una herramienta fundamental en la construcción de un texto literario, característica que por otra parte comparte con la poesía.

La última característica se refiere a la necesidad de un lector activo que complete el significado, y es en ésta variable en la que sostengo la utilidad didáctica de este tipo de producciones literarias para la adquisición de la comprensión lectora. La minificción es en sí misma un fuerte interrogante acerca de la realidad y de la interpretación que hacemos de ésta. La ambigüedad y la intertextualidad están presentes en muchas ocasiones y sólo un lector atento podrá develar el enigma que subyace en ellas. Así, para la interpretación del sentido cobra fuerza todo aquello que el texto no dice y que cada lector agrega o rellena en el proceso de interpretación. Lo implícito, lo sugerido, y la posibilidad de leerlos a partir de pistas mínimas y/o de hipótesis de lectura resulta un desafío digno de ser vistos por docente y alumnos en una clase de lengua.

Por otra parte, las minificciones exigen una particular y especial actitud de lectura que sería bueno promover en los alumnos. El alumno que indaga, reflexiona, discute, cuestiona, y se sorprende de su interpretación y un docente que puede guiar y evaluar este proceso en poco tiempo y sin demasiado esfuerzo pues todo está a la vista en unas pocas líneas.

¿Por qué leer minificciones?

La pregunta que conviene que nos hagamos es ¿por qué no? Todo texto que ayude a los alumnos a formar estrategias de pensamiento es válido de primera mano, pues qué hacemos con nuestros alumnos si no les enseñamos a pensar. Desde luego que iguales estrategias de pensamiento podrían llevarse a cabo con textos más extensos y no me deshago de ellos, los tengo ahí expectantes para cuando mis alumnos estén con intereses intelectuales de leerlos. Por ahora me sirven estos textos, que por otra parte son tan cortos que no asustan a nadie. Entonces, tal vez les pase como a mí que tras largas sesiones tratando de develar el sentido de algunas minificciones los alumnos me dijeron "¿y si leemos un cuento más largo, que es más fácil?". Y entonces, ése será un momento propicio para introducir un texto largo, puede incluso ser uno que trate el mismo tema que el microrelato. De cualquier manera, las minificciones resultan demasiado tentativas en cuanto al desafío intelectual que proponen como para no dedicarles un tiempito en el aula.

El problema de leer lo que no está

¿Qué es leer? es al menos un acto sumamente complejo en que lector y texto interactúan. En esa interacción necesaria ambos, lector y texto se transforman tomando y enviando información.Un lector inexperto, o uno poco habituado a prácticas lectoras complejas es incapaz de poner en juego esta interacción. Lee pero sólo aquello que está escrito en la superficie del papel, decodifica, suma letras y palabras y hasta lo hace con suficiente habilidad como para tener una lectura fluida. Sin embargo, la comprensión real está ausente. En las minificciones es poco lo que está escrito y esto salta a la vista y así también la obviedad de que debe haber algo más, algo que el autor no dijo pero que está ahí y el lector no lo está notando. En ese momento se plantea el desafío cognitivo por develar aquello que no está a la vista y que sólo un experto lo notará. Esto también se da en los textos extensos pero al haber gran cantidad de palabras a la vista el lector inexperto tiende a creer que todo está dicho, allí en ese montón de palabras sobre la página, demostrarles lo contrario se torna entonces un desafió del docente que lucha contra lo obvio: como puede ser que en todas esas páginas el autor no nos haya dicho todo.

Los precursores

Actualmente son muchos los escritores que cultivan el género del cuento hiperbreve sin embargo es bueno aclarar que esta modalidad es muy antigua. Borges y Bioy Casares hicieron una interesante recopilación de microrelatos en dos libros importantes: “cuentos breves y extraordinarios” y “Antología de la Literatura Fantástica”. Vale un ejemplo:

El sueño de Cuang TzuChuan-Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre. (1889) de Herbert Allen Giles.

Entre otros podríamos citar a Cortazar en Historias de Cronopios y de famas, a Ramón Gómez de la Serna, al mismo Macedonio, a quien muchos consideran el creador de los microrelatos modernos. También está Augusto Monterroso mundialmente conocido por su microrelato "el dinosaurio".

Entre los contemporáneos tenemos a Juan José Arreola, a Ana María Shua, Norberto Costa entre otros. Y entre los escritores del interior el genial Orlando Van Bredam, cultivador y maestro de las minificciones.

En síntesis, las minificciones se han consolidado en el tiempo como un género propio de la narrativa contemporánea y quizás se deba a su atractivo intrínseco que rompe con los preceptos de la narrativa clásica.

Las minificciones y el desarrollo del pensamiento

Tomemos como referente de análisis el tan mentado microrelato de Monterroso “el dinosaurio”, ¿qué pistas le ofrece al lector para poder deducir la historia que subyace en esas pocas líneas? Pues lamentablemente muy pocas o ninguna. Y es justo allí donde radica su originalidad creadora. Esa oración es sólo el catalizador que generará en cada lector una historia propia y por ende diferente. La historia, el cuento que Monterroso quiere contar, no está en el papel sino en la mente de cada lector.

Para dar con la historia el lector debe plantearse interrogantes como ¿Quién despertó?, ¿dónde es allí?, ¿porqué está allí?, entre otras cuestiones, y debe responderlas. El lector inexperto se quedará con el planteamiento de los interrogantes que obviamente no se responden con la información explícita en el texto. Por el contrario, el lector experto construirá sus propias hipótesis para dar respuesta a esos interrogantes. Sin embargo no lo hará a través de una deducción enteramente lógica y racional sino a través de del pensamiento creativo, a través de su capacidad de imaginar realidades acordes a lo planteado en la idea disparadora y sus conocimientos previos. Creará un mundo de personajes y conflictos para satisfacer su curiosidad insatisfecha con la información presente en el microrelato. Así pues, el lector de minificciones es un lector que piensa a través de la imaginación, empleando el hemisferio derecho de su cerebro, un lector que construye y reconstruye realidades que lo satisfagan intelectualmente. Estas representaciones serán tan complejas según la cantidad de asociaciones pueda establecer con sus conocimientos del tema, del mundo, y de la cultura.

¿Qué hacer con las minificciones

Ante todo leerlas que es lo importante. Pues estoy convencido que con exponer con cierta frecuencia a los alumnos a este tipo de textos se favorecerá la curiosidad intelectual y por ende la comprensión pero sobre todo ayudará a romper moldes fuertemente establecidos entorno a lo que es la literatura y lo que implica leer un producto artístico. De ahí en más podemos hacer lo que queramos con ellas pues la brevedad ayuda a que se pueda focalizar el trabajo sobre distintas dimensiones: la comprensión, las palabras, la sintaxis o la producción.

Algunas ideas al respecto:

Acerca de lo dicho y lo no dicho.

Leer una minificción y en un cuadro de dos columnas separar todo aquello que el texto dice de todo lo que no dice. Podríamos agregar una tercera columna para todo aquello que no dice pero que nos damos cuenta.

Una variación de esta actividad podría ser la elaboración de interrogantes de lectura y la posterior elaboración de hipótesis que respondan a las preguntas planteadas. También pueden compararse varias minificciones para encontrar temáticas comunes o con textos más largos.
Trabajar la intertextualidad.

Acerca de las palabras

Leer una minificción y señalar palabras clave. Fundamentarlas.

Definir las palabras a partir del significado cotextual.

Clasificar las palabras según su importancia en la historia.

Trabajar la ambigüedad y los efectos de sentido de las palabras de la historia.

Acerca de la sintaxis.

Leer una minificción y analizar la construcción sintáctica de las oraciones que componen el texto. Al ser pocas las oraciones del texto permite ver en funcionamiento la sintaxis que cobra fuerza e importancia en la asignación de sentidos. Se pueden trabajar conceptos acerca de la construcción de oraciones simples, compuestas, coordinación, subordinación, oraciones impersonales. La elisión del sujeto marca su impronta en muchos microrelatos.

Acerca de la producción

No es osado pretender que nuestros alumnos puedan escribir minificciones. Aunque no debe caerse en la tentadora creencia de que sólo son unas pocas líneas y cualquiera lo puede hacer. Al margen de esto pueden realizarse actividades de conversión y transformación de textos. Por ejemplo convertir un cuento breve en una minificción (actividad propicia para trabajar los procedimientos de síntesis) o bien la actividad inversa, convertir una minificción en un cuento breve (empleando procedimientos de ampliación). También se puede pedir a los alumnos que escriban minificciones a partir de oraciones extraídas al azar de cuentos, novelas, poesías, noticias, avisos, recetas, etc. Son innumerables las actividades de producción que se podrían realizar para lograr que los alumnos jueguen con el sentido de las frases y puedan escribir de manera correcta unas pocas líneas.

Para finalizar cito a Alejandro Dumas "Todo cabe en lo breve. Pequeño es el niño y encierra al hombre, estrecho es el cerebro y cobija el pensamiento; no es el ojo más que un punto y abarca leguas".


Ponencia presentada en el marco del II Encuentro de Egresados en Letras de la Universidad Nacional de Formosa. Octubre de 2007

DEFINICIÓN DE NARRACIÓN ORAL ESCÉNICA


CIINOE. ciinoe@hotmail.com
Se autoriza la difusión sin fines comerciales por cualquier medio.


La narración oral escénica, creada por Francisco Garzón Céspedes desde 1975 y denominación aceptada a nivel internacional, es la renovación del antiguo arte de contar oralmente y es la fundación de un nuevo arte oral escénico contemporáneo, un arte esencialmente comunicador, al ver por primera vez este creador a la narración oral artística desde una oralidad entendida desde la propia oralidad y no desde el centrismo de la escritura; al ver por primera vez a la narración oral desde las ciencias de la comunicación de masas y no sólo desde la expresión; y al ver por primera vez a la narración oral desde las leyes generales de la escena (en aquello que éstas pueden adecuarse a la oralidad para dimensionarla), pero no desde las del teatro (y rehuyendo el centrismo de lo teatral).

Francisco Garzón Céspedes ha afirmado igualmente que el nombre más preciso sería oralidad narradora artística escénica, dado que lo esencial es la oralidad; una oralidad que narra; una que trasciende lo conversacional interpersonal para ser oral artística en un espacio oral escénico y con un público interlocutor; y una que, de las tres únicas corrientes de lo oral artístico (corriente comunitaria o de la tribu, corriente escandinava de contar exclusivamente para/con niños en las bibliotecas y en las aulas, corriente oral escénica), se constituye en oral escénica.

Igualmente Garzón Céspedes ha advertido del riesgo de intentar adecuar la realidad y las definiciones a los intereses creados; de intentar adecuarlas a los deseos y prácticas profesionales de ése o aquel; y del riesgo de aceptar acríticamente las definiciones y conceptualizaciones establecidas en el pasado, cuando el desarrollo, las investigaciones, los avances científicos del presente demuestran que son erróneas, así por ejemplo no deben seguir siendo confundidas las tradiciones orales (que como todo lo que es oral no admite la memorización tal cual, entre más, por ser la oralidad la comunicación por excelencia) con las tradiciones memorísticas; ni deben seguir siendo confundidas las tradiciones orales con las tradiciones cantadas (del mismo modo que hoy, por ejemplo, como es lógico todos diferenciamos cuento oral de canción que narra una historia). Y lo haya definido quien lo haya definido en el pasado equivocadamente. Si de continuo no detectáramos errores en las ciencias, en todo, nuestro universo sería otro y no el que es en continua transformación y con continuas reformulaciones.

El propio Garzón Céspedes pone el mayor énfasis en señalar que durante años se equivocó no en las teorías y en las técnicas, pero sí al decir que la narración oral escénica era un arte escénico y que era parte de la categoría expresiva de las artes escénicas, cuando por ser oralidad la narración oral escénica no es escénica en sí, sino oral escénica (expresivo comunicadora, comunicadora por excelencia), y pertenece a la oralidad artística y a la oralidad como categoría de la comunicación.

Desde los comienzos el teatro cuenta, y cuenta no sólo desde lo dialogado sino también desde lo narrativo específico (no desde lo oral narrador), pero esto no significa que el teatro (verbal, vocal, gestual expresivo escénico teatral) sea en sí oralidad, ni significa que cuando el teatro cuenta sea oralidad narradora artística escénica o narración oral escénica. Añadir que el cuentero de la tribu fue primero que el actor. El actor que cuenta desde el teatro es un actor que cuenta teatralmente y por mucho que se autodenomine narrador oral escénico sólo podrá serlo si llega a contar oral escénicamente y no teatral escénicamente. "Contar" es un genérico. También cuenta, por ejemplo, el cine: cuenta cinematográficamente.

Tampoco quien ha contado cuentos con excelencia desde la declamación ha sido o es un narrador oral escénico, ni constituye un antecedente de la narración oral escénica por más que se intente demostrar o sugerir esto en función de ésos o aquellos intereses. Quien lo haya hecho primero escénicamente (contar cuentos declamándolos, haciéndolo desde lo expresivo literal) tiene otros méritos que, si procede, deben ser, por ejemplo, insertados y reconocidos en el desarrollo de lo declamativo teatral, reconocidos en los aportes a la declamación y el teatro.

(…)

4 de diciembre de 2008

EL MICRORRELATISTA


Tenía muy presente dos cosas: una, que el microrrelato debía ser no sólo breve, sino incluso hiperbreve; la otra, una frase de Miss Haley, quien había sido su jefa antes de casarse con Mister Davidson, según la cual – the best editing is editing out”, la mejor corrección consiste en eliminar. Colocó el borrador de su microrrelato en la pantalla del ordenador y comenzó a trabajar. Suprimió ante todo una serie de conectivos, por considerar que eran superiores a la yuxtaposición; hizo volar frases parentéticas, que nada agregaban a la trama (salvo sus opiniones personales, que no venían al caso); después comenzó a trabajar en el diseño de los personajes, eliminando toda referencia a sus atributos físicos, sus actividades anteriores o sus recónditos pensamientos. Por último redujo la extensión de los períodos, podando toda palabra superflua, pero resultó que varios de ellos, así deshidratados, eran innecesarios o redundantes, de modo que desaparecieron también. Sentía un placer creciente a medida que iba bajando lo que un maestro suyo había llamado el “tenor graso” del texto, reducido ahora a un solo párrafo. Breve pero sustancioso, pensó, entre la sequedad de Azorín y la belleza de un haiku, al tiempo que pulsaba una vez más la tecla suprimir. Hacia el atardecer de ese día, con un gran suspiro de alivio, dio fin a la tarea. El texto no tenía nada que envidiar a ningún dinosaurio ni a hombre invisible alguno. Estaba compuesto exactamente por tres palabras: “Érase una vez”.

David Lagmanovich

 

NARRACIÓN ORAL: Liliana Zapata Hernández



Discurso.CIINOE. ciinoe@hotmail.com Se autoriza la difusión 
sin fines comerciales por cualquier medio.

Contar es comunicación.


Contar con todos es ser en la comunicación con los otros. Ser como uno es con uno mismo, compartir lo mejor de uno mismo.


Contar es acto de amor colectivo.

Decían ya hace siglos los primeros: Lo más importante es ser.


Y esa sola palabra define el sentido de la vida. Tal es su verdad. Tal es su fuerza.

Y qué difícil es ser. Qué batalla contra nuestros propios temores, contra nuestras propias barreras, contra nuestras incapacidades. Y contra los errores, prejuicios, fronteras y miedos de los otros.

Tan difícil como ser, resulta el darse a cada momento como uno es.


Cuánto dejamos de compartir por no ser capaces de decir: Así somos.

Cuánto dejamos de compartir por no arriesgarnos al rechazo o a la incomunicación. Cuando la mayor incomunicación es la de no mostrarnos tal como somos, la de no saber si podemos reconocernos en quien nos acompaña; e incluso, la de no exigir ser aceptados como somos y a la vez aceptar a los demás como son -siempre que su modo de ser no signifique estar en las filas de la reacción y la muerte.

Todo acto de amor es limpia vida. Toda comunicación amorosa reafirma el universo.
Cómo se puede creer en el acto de contar, si uno no cree en el ser humano.


Cómo se puede creer en el ser humano, si no se cree primero en uno mismo. Si uno no se fortalece en su relación con los otros y si uno no es capaz de encontrar entre los otros la generosidad y la confianza, el amor y la entrega, que, desde uno, se reconoce en aquellos que en idéntica reafirmación y búsqueda, construyen. No en estado de gracia, sino en toma de conciencia. No en la perfección del espejismo, sino en la imperfección que lucha por ser mejor y por mejorar, humilde pero esforzadamente, el mundo.

Me duele la desconfianza porque muchas veces es inseguridad de quienes me rodean. O desconocimiento. Me entristece el egoísmo, y la mezquindad, porque muchas veces son desgarramiento y sobrevivencia en quienes los proyectan.

No conozco casi otro sentimiento tan terrible como la conmiseración. Y sin embargo, a veces para no odiar, para comprender, para tocar fondo, termino siendo conmiserativo. Sobre todo si creo que existe una mínima esperanza de transformación en ese ser humano que me despierta conmiseración. Hablo de los que crecen menos, de los que necesitan ascender hacia la verdad, que es vida compartida y es batalla por crear desde el amor. Por contar desde el amor.

Somos responsables por todo.


La narración oral es transparente.

Palabras de Francisco Garzón Céspedes, de 1981, reescritas en 1990, y leídas en la Inauguración del Cuarto Encuentro Teórico Iberoamericano de Narración Oral Escénica, España, 1992.


¿A DÓNDE IRÁS NARRACIÓN ORAL?

El acto de narrar oralmente, o de tener la facultad de decir de manera armónica y sugestiva, utilizando la voz, ha sido y es factor de acumulación de poder por parte de quienes están dotados de la gracia o don de la palabra, porque son más los que oyen que los que leen, no por voluntad sino por razones de conocimiento y de oportunidades.


Usamos la expresión oral para contar lo que otros no recuerdan, o no saben, convirtiéndonos en excepcionales seres sociales por poseer la memoria de los acontecimientos de nuestro entorno, y el conocimiento; y empleamos la expresión oral, también, para retener al oyente y esculcar sin prisa sus ignorancias, sus pasiones, sus ilusiones, sus miedos, sus vergüenzas, etc., bien sea utilizando el discurso político directo, o el relato, que es un discurso político encubierto.


¿A qué juega, ahora, la narración oral? Es la primera pregunta que me hice cuando tomé la decisión de escribir estos apuntes, como un aporte al análisis del camino que está tomando la narración oral en la época contemporánea.


Existen quienes argumentan que la narración oral es un acto escénico, y afirman, además, que como tal ha sido recién inventado. También están los que insisten en que la narración oral es un acto de transmisión cultural o vehículo de comunicación, y convencidos de ello crean teorías que justifiquen la permanencia de dicha función para evitar la pérdida de la memoria histórica, e inventan procedimientos con los que esperan ayudar a impedir que se pierda totalmente el valor social de la palabra. Están igualmente los que afirman que la narración oral es un acto de comunión entre el narrador y el auditorio, y se dedican a indagar sobre métodos de interiorización que hagan que dicho acto sea cada vez más espiritualizador, como si con ello estuviesen inventando una nueva secta religiosa. En fin; aparecen también los que aseguran que la narración oral es un acto libre y espontáneo que suele ser practicado, sin programación previa, por quienes disponen aún de tiempo para convertir la palabra hablada, en todo momento, en punto de partida de comunicación y entretenimiento. Quienes esto dicen, sostienen que el narrador oral está en la naturaleza del individuo, y que sólo requiere de un simple estímulo para manifestarse.


¿Cuánta razón hay en cada uno de estos postulados? Veamos:

Podemos afirmar que la narración oral es un espectáculo recientemente puesto en escena, si nos negamos a aceptar que todo ser humano, cuando habla hace una puesta en escena de lo que dice, y si desconocemos el valor escénico de juglares y payadores, o si nos da por creer que lo único escénico es aquello que sube al escenario de la sala de espectáculos. La narración oral trasmite cultura, y es al mismo tiempo un mecanismo de ajuste social, porque una de sus funciones esenciales consiste en mantener el hilo conductor de una ideología, razón por la cual en todo relato existe una multiintencionalidad que se va modulando de común acuerdo con las necesidades de cada época. Y es comunión toda vez que quien narra con fluidez y despierta sorpresas, consigue internarse en la atención del oyente, hasta descubrir esas emociones fundamentales que hacen que todo ser se exprese en lo social, para cumplir con la función anterior de adaptabilidad y manipulación. Y claro, es un acto espontáneo, porque no se aprende a contar, y porque contar resulta, en la mayoría de las ocasiones, un acto muy personal, aunque se aprendan ciertos comportamientos, o técnicas, como quieran llamarlo, para ejercitar mientras se cuenta, con el fin de hacer más entretenido el ejercicio. Es decir, para darle visualidad al acto de narrar.

Podemos preguntar, ¿qué es la narración oral?, o mejor, ¿A qué juega la narración oral? ¿Será que la narración oral está jugando a preservar el valor social que tiene la palabra hablada, para contribuir de esa manera con el sostenimiento de la memoria colectiva como materia prima para alimentar la manufactura de la historia? ¿O estará jugando la narración oral a recuperar un espacio de identidad que nos permita mantener el hilo de la conversación conectado con nuestra circunstancia pasada, como un ejercicio para replantear el presente y presentir el futuro?, ¿o será un pretexto para distraer al público?, ¿o, simplemente una nueva forma de ganarnos la vida?, ¿o la mejor manera de hacer algo cuando ya nos parece que no tenemos nada qué hacer, es decir, una forma de evitar el aburrimiento? Todo ejercicio humano en el que se halle involucrada la palabra oral merece preguntas de esta naturaleza, porque en él se juega el pasado, el presente y el futuro de una sociedad.

Creo que el acto de narrar oralmente siempre ha tenido un poco de cada uno de estos ingredientes, porque cada vez que conversamos aprendemos más las cosas y a definir las situaciones que nombran las palabras que venimos repitiendo a lo largo y ancho de la vida; porque cada vez que comentamos un suceso afirmamos la conciencia de nuestra pertenencia a un entorno social determinado; porque cuando nos referimos a un hecho vivido estamos reconstruyendo retazos de la historia cotidiana, aunque ésta no ha sido nunca entrañable amiga de la oficial; porque cuando empleamos el chascarrillo y el chiste, sin hacer mayores esfuerzos obligamos al auditorio a ser condescendiente y a no exigirnos un gran derroche intelectual; porque casi siempre que comentamos un suceso en una rueda de amigos lo hacemos con la intención de remarcar éste en la conciencia de nuestros contemporáneos, para explicar nuestro vínculo social; porque son muchas las ocasiones en las que nos sentamos a botar palabras, para disipar el tiempo que no sabemos en qué utilizar.

Sin embargo, ha surgido una tendencia, fruto de la exploración de las habilidades ocultas del individuo, y de las exigencias de liviandad conceptual y de facilista asimilación del saber que caracteriza a la época actual, que le concede mucha importancia al texto visual, en detrimento del oral. Por otra parte, la cada vez mayor preocupación del manejo escénico y de mantener la atención del oyente a través del apunte jocoso, están llevando al narrador oral a convertirse en un entretenedor más. En un facilitador más de la liviandad conceptual que caracteriza a los tiempos actuales tan signados por la globalización.


¿Los ejecutores actuales de la narración oral tienen ya definida su visión? Formulo esta pregunta, suponiendo que la visión del movimiento de narración oral sea crear las condiciones para que el acto de narrar oralmente se convierta en una práctica artística con claro compromiso social, porque tengo la impresión de que muchos de los ingredientes de que se vale para enriquecerse escénicamente la convierten, poco a poco, en una actividad para iniciados, es decir, para elegidos Los accesorios que cada día le involucran, para hacerla más atractiva y escénica, en detrimento de la fortaleza del texto oral, están elevando a la narración oral a la categoría de actividad artística de élite y le están ahuyentando audiencia, debido a que dentro de ésta siempre se encontrará al oyente que emprende la esperanza de repetir el acto a que ha sido convidado, o el que desea hallar en el escenario a quien le recuerde la sencillez de la vida cotidiana y le enseñe a domeñar las circunstancias que la hacen difícil. En cada espectador está el deseo ocasional de ser el actor, o el cantante, o el clown, o el narrador oral que está en el escenario, De tal suerte que, cuando quien ocupa el escenario rompe sin previo aviso las reglas lúdicas y de interacción que debe guardar todo juego artístico para cumplir su destino ideológico, aleja al público de la esperanza de emularlo y lo desestimula para la asimilación ideológica. En consecuencia el acto de narración oral se convierte en un simple objeto estético. Hago esta observación, partiendo del hecho, repito, de que la visión de la narración oral sea la de crear unas condiciones que permitan que la actividad se difunda como alternativa artística, cultural y política, con una perduración y unas consecuencias sociales, que haga que la historia termine interesándose en ella.


¿Los ejecutores actuales de la narración oral tienen ya definida su misión? Aún no se sabe si es la de crear un nuevo mecanismo de reintegración social, o uno de entretenimiento, o hacer transmisión cultural, o convertirse en un sucedáneo del teatro por medio de una práctica denominada por algunos miniteatros, o ser uno de los símbolos artísticos de la individualidad de la globalización.

La explosión de técnicas surgidas al calor del tema de la narración oral, también están a punto de convertirla en una ciencia. Nunca antes en la historia de una función artística habían surgido tantas técnicas para desarrollarla, tal como está ocurriendo con la narración oral. Esto, me parece, que, observado desde un punto de vista jocoso podría prestarse a muchas ironías, como en efecto sucede, y que es lo que uno escucha cuando habla con los contendientes de la narración oral, que hacen escarnio de los nombres con que se bautizan los cursos y las cátedras destinadas a formar narradores orales; pero observado con seriedad se encuentra uno con que la época actual tiene, entre sus características principales la conquista del permiso de acicatear la conducta humana hasta su más íntima naturaleza, y muchos de los promotores y accionantes de la narración oral están haciendo pleno uso de dicho permiso, enriqueciendo cada día más los accesos a dicha actividad. Pero, ojo, que de un estudio pormenorizado de técnicas para desarrollar una actividad cualquiera pueden resultar dos consecuencias: la línea recta, o el laberinto. ¿A cuál de estas dos consecuencias le está apostando la narración oral, para cumplir con sus postulados de visión y de misión?


La narración oral, pues, se está convirtiendo (si es que ya esto no ha sucedido) en una especialidad más de las artes escénicas, como un sucedáneo del teatro, debido a que las complicadas estructuras de escenografía y número de personajes de éste estorban la existencia y la movilidad en un mundo cada día más sintético, estrecho y comprimido. La preparación intencionada del texto y de la estructura escénica hacen que el narrador oral, que históricamente estuvo al mismo nivel del auditorio, suba al escenario y comience a imponer la misma distancia que debió imponer el teatro en su debido momento para convertirse en algo creíble, pues lo que está demasiado cerca del público jamás adquiere la magia del poder. En eso estamos de acuerdo.

Pero hay algo más y es el hecho de que el auge que en los últimos diez años ha cobrado el acto de narrar oralmente (el número de versiones de los más importantes encuentros y festivales que se llevan a cabo en el mundo iberomaricano nos dan la medida para poder afirmar que el auge es más o menos reciente, y que apenas traspasa la década) hace que esta actividad asuma los riesgos que genera la competencia en los procesos artísticos, entre los que cuento como los más traumáticos la exageración y la trivialidad. El deseo de un gran número de narradores orales de competir con los humoristas, o con quienes creen serlo, contribuye con la creación de una idea errada por parte del público hacia lo que es narrador oral, o cuentacuentos, o contador de historias. Hoy en día es muy común oír a las gentes de sitios en donde se hacen eventos de narración oral preguntar cuándo comienza lo de los cuentachistes. A esto ha contribuido en gran medida el llamado movimiento universitario de algunos países, con énfasis en Colombia (lamento decirlo), en donde nos han hecho creer que somos muy entretenidos para contar cuentos, que somos muy creativos y que hacemos reír con facilidad a la gente. Bueno, cada país tiene su sueños chovinistas.

El exceso de técnicas de desempeño, la gran explosión demográfica de narradores orales, y la competencia a través de audacias y sutilezas están haciendo de la narración oral un factor de recreo, que el teatro en un momento asumió, y que no ha podido seguir desempeñando por razones de economía, tiempo y espacio.

No estoy muy seguro de si la narración oral logre trascender, sin lesiones fundamentales, la época del predominio de la imagen, pero sí tengo el presentimiento de que nunca dejaremos de hablar, aunque sea con balbuceos. En lo que si creo es en que muchos de los textos y lenguajes que está utilizando la misma en la época actual no son el mejor apoyo para darle una visión de generación continua de estímulos ideológicos básicos de identidad social, y sí para acomodarla a las necesidades culturales de la globalización, por lo que cada día es más un mecanismo de individualización, que un medio de interacción.

El monólogo, por ejemplo.

Está eclosionando con gran rapidez el movimiento de narración oral; pero esto, al parecer, no garantiza que se mantenga el valor social de la palabra hablada, entendiendo éste como la utilidad que tiene la misma para interactuar y producir acuerdos de desarrollo entre la personas, pues cada día la palabra hablada es más un vehículo de intermediación que sirve para pedir cosas y resolver las necesidades inmediatas. Cada día es menor la relación que existe entre las palabras que pronunciamos y la realidad de nuestro entorno individual y colectivo, pues estamos mucho más informados de lo que ocurre afuera, que de las dificultades del vecindario de nuestra calle o de los problemas de nuestra ciudad.

Los antecedentes nos dan a entender que la nuestra es una sociedad perversamente parlante, y que por ello, a condición de vivir abriendo la boca decimos lo primero que se nos ocurra. Esto ha hecho que nuestra intención verbal no esté muy conectada con nuestra intención mental. Posar de lacónicos nos produce vergüenza, pues una de nuestras grandes virtudes históricas es la habladuría. Si no es así, que me digan de dónde se saca tanta información para eliminar a los demás, o para inventar chismes, o para calumniar, o para difamar. Inventar cuentos, que después vamos a contar en público es una manera de ser perverso, porque algunos de ellos hablan de un amor que no existe, de una pasión que se enfrió, de una promesa que se esfumó y de un pasado que jamás existió. El contador del cuento tiene la certeza de que les meterá el cuento a la fuerza a todos, porque uno de los destinos del narrador oral es obligar a escuchar, pues, si no es al menos oído no se explica su rol en la vida. He ahí el problema fundamental del narrador oral que llega a la conclusión de que va a salvar el mundo a punta de palabras, como lo creen los predicadores, o a mitigar los dolores del alma contando historias chistosas, como lo creen los humoristas.

¿Será que la búsqueda incesante de técnicas de acompañamiento de la narración oral es un acto conciente, o un pretexto para encubrir la deficiencia del mensaje oral? Valdría la pena averiguar esto para definir si la narración oral es un camino que conduce a la revisión de los pasos andados, o un sendero que nos lleva al simple placer de oír, sin exigirnos la responsabilidad de escuchar, tal como está ocurriendo con la imagen, que nos da el placer de mirar, sin exigirnos la responsabilidad de ver.
                                                                                                                        Germán Jaramillo Duque

"AQUÍ NO SUCEDEN COSAS DE MAYOR TRASCENDENCIA QUE LAS ROSAS" Carlos Pellicer






A recorrer me dediqué esta tarde
Las solitarias calles de mi aldea
Acompañado por el buen crepúsculo
Que es el único que me queda.
(...)
Sólo que el tiempo lo ha invadido todo...
(...)
Pero ahora que he vuelto no comprendo
Cómo pude alejarme de su puerta.
...
Nicanor Parra (chileno)

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