El viejo estaba colgado,
llevaba allí la eternidad de un instante ante los ojos atónitos
de la recién llegada. El niño, impaciente, va a su encuentro y tras haber juzgado
que algo faltaba para terminar el juego, pregunta a su mamá que si puede
hamacar al abuelo.
–No, hijo, primero he de saber quién
lo ahorcó. ©