10 de mayo de 2014

COSA DE TRES



José de la Concordia leía con relativa ignorancia sobre el “Objeto del conocimiento” en un afán tardío por tan agudo tema. En aquel discurrir entre las líneas escritas, se dio cuenta que la geometría axiológica de los helenos, era un modelo de razonamiento y un método para plantear los problemas de la naturaleza del mundo y la sociedad, asociados al saber como punto de partida. Pasaban las horas y el tema se le antojaba cada vez más apasionando. De forma puntual subrayaba las partes claves del denso texto, sacaba murmurantes conclusiones y escribía en su libreta de frases célebres cuanto modificaba significativamente su antediluviano pensamiento. Avanzaba, cual indefenso mortal por aquellas explanadas tupidas de nombres, citas, constructos mentales, metonimias conceptuales, entre diferentes clases de conceptos, categorías e innumerables ejemplos capaces de hacerle delimitar un saber que le permitía precisarlo y reconstruirlo cada vez más.

Como la naturaleza, en momentos de máxima tensión se sabe pronunciar mandando ciertos avisos somáticos, José de la Concordia sintió secársele la garganta, razón por la cual, comenzó a deglutir con cierta dificultad cada conclusión ineludible para su  saber hacer en ciernes. Así que se incorporó del tallador mueble en que se encontraba sentado y fue en busca del pagado líquido. Cuando se dirigía con cierta rapidez hacia la cocina, vio a su mujer venir a su encuentro con un cuchillo en la mano, y sin mediar, un jugoso conjunto de imprecaciones e implicaciones se fueron contra José de la Concordia obligándolo a hacer una reelaboración minuciosa y apropiada del significado de los elementos lingüísticos proferidas por la energúmena señora. Primero, hizo una relación de las estructuras conceptuales subyacentes en las que se basaba la mujer, para después, situarlas en un contexto mínimo de imprescindible comprensión. Así fue como pudo entender que con aquel constructo mental, ella le gritaba virtualmente: “Decile a la perra esa con que te acostás, que no te deje la marquilla de los bóxer cuadriculados que usa, adherida a tus sucios calzoncillos”. Tal proclama era un claro ejemplo chomskiano que revelaba la esencia del lenguaje, siendo muestra categórica de la capacidad humana de combinar una serie de elementos finitos, convertido en un mensaje lingüístico situado en el contexto de las acusaciones y servir como marco subyacente de la infidelidad.

José de la Concordia, en una reflexión consciente, jamás había contemplado un registro de desesperación contenido en un rictus humano tan  desgarrador. Pero un brusco movimiento suyo, hizo que retornara a la realidad, al ver a su mujer portando un cuchillo de cocina con el que atomiza hiervas y vegetales, pero que de manera temeraria utiliza en tan ruin e incoherente acusación metafórica de letal veneno.

El hombre, después de concienzuda observación, infirió que en aquellas expresiones metafóricas se encontraban datos que no pertenecían a ninguno de sus dominios actuales, no obstante, fueran la causa de ganada desconfianza, en la histérica dueña de casa que tiene por mujer.©


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