14 de febrero de 2015

SENTIR LATINO II



Mientras tenía ese temblor involuntario se pasaba la lengua en un intento por empaparse con saliva sus resecos labios. Pensando que comprándole una fracción de lotería nos libraríamos de él y de que seríamos dueños de la más esquiva de las fortunas nos decidimos por uno de aquellos. Fue entonces cuando Tofiño, nos pidió que le recompensáramos con una “minifalda” para brindar con nosotros.

Como el fútbol es el único deporte donde todo hincha es un analista autorizado, le insistía a Gerardo que lo mejor que podían hacer los muchachos de Colombia era seguir intentando tener más posesión del balón, que le permitieran elaborar nuevos avances hacia el área teutona. Cuando todo apuntaba a un empate sin goles, a dos minutos de terminar el partido, Alemania anticipó un ataque colombiano, sus volantes se asociaron para habilitar a Pierre Littbarski, que no pudo ser controlado por “El Chontico” Herrera. Su remate de pierna izquierda entró por el palo derecho de René Higuita que no pudo hacer nada para detener el fuerte disparo. A un minuto del final Colombia se despedía en primera ronda de su segundo Mundial. El destino parecía estar escrito: el empate no estaba cerca. La suerte estaba echada para unos y en contra para otros. Por su parte, el lotero vivía su propio drama: transpiraba profusamente, temblaba más de cuenta sin poder dejar su constante ansiedad al comprobar que la cuarta cerveza se le había esfumado.

Ante nuestros ojos aparecieron más copas de ron y una cerveza sin haberlas pedido cuando resucitadas voces de aliento se dejaban escuchar por doquier. Ese día el fútbol, para nosotros tenía que ser, aunque por instantes, un hecho vital capaz de revivirnos entre tantas noticias negativas que desdecían de la historia del país. Pasar a octavos de final en aquel campeonato, nos devolvería la esperanza. Sólo se necesitaba de un momento de lucidez, pero ella hacía rato había desaparecido, todo parecía haberse derrumbado, Sólo Cheo era el único cantaba: Mi tierra linda, porque te quiero, a ti te canto mi son sincero… Gózalo, gózalo… 

Las incoherencias y ofuscaciones nuestras iban en aumento, siendo aprovechadas por Tofiño para iniciar una nueva cerveza por ser el portador de la buena suerte, estrella de la que habíamos comenzado a recelar. El calor y el consumo de minifaldas iban en aumento. Las verdes botellas iban y venían, mientras la mesera merodeaba sin dejar de darnos como limosna encubiertas risitas. 

El fin era inminente, ya ningún trago se ordenaba. Estábamos timados, entre falta y falta, los teutones interrumpían aquellos movimientos pausados, cortos y más elaborados de la tricolor.

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