Cuando les conté que regresaba del futuro y que
acababa de matar a Rudyard Kipling y que su muerte sería a las 11:36 de mañana, sonoras carcajadas se hicieron escuchar y hasta de loco me tildaron por confesar un crimen por acontecer. Pero igual se abalanzaron sobre mí, cuando solté los controles
de la máquina que me llevó al futuro.
Nunca regresaron a contarme cómo les fue en ese
largo viaje al más allá.