Sigue pensando, hasta que finalmente, sus ágiles dedos se desplazan por el teclado del portátil. Van a una velocidad vertiginosa, de pronto, se detienen, vuelve a quedarse pensativo, si escribe un nuevo cuento, será sobre lo que atormenta a un escritor como él cuando no tiene de dónde arrancar. Quiere escribir, es preciso que lo haga porque se trata de una nueva entrada en su blog. Piensa, sin embargo, que no se le ocurre nada, pero nada de nada.
Finalmente sus pensamientos como sus dedos arrancan de nuevo, esta vez con mayor velocidad. Sus dedos ya escriben algo, la primera letra inicial de su cuento, la primera letra inicial de Nada. ©Guillermo A. Castillo.